Nuevamente nos encontramos aquí para hablar de esta sarta de pelandrunes que se quieren hacer los pibes jugando al fútbol como si fueran chicos de 20, cuando en realidad ya están más para disfrutar de un buen atardecer en una mecedora que para andar corriendo atrás de una pelota. Sí, soy Pancracio Nipacerbulto, alias "Pocholo" y estoy muy caliente; estos mocosos me hacen ir a ver un partido que no es por los puntos, ni siquiera es por una copa de leche. No, los señores quieren jugar un "amistoso" y me obligan a ir diciendo que si no voy me cancelan el permiso para seguir comentando sus partidos. ¡Y eso que vivo en Wilde! ¡Malditos abusadores!
Apenas se juntaron y estaban listos para jugar comenzó a llover, claro castigo de Diosito a estos traficantes de la buena fe de las personas humildes como yo; para colmo de males faltaban tres jugadores y Gusti aseguraba que él no iba a jugar. ¡Encima que me hicieron ir casi no juegan! A último momento llegaron dos y se convenció a Gusti de que se calzara la del arquero y, por lo menos, figurara.
Comenzó el partido y quedó claro que estos muchachos necesitan mucha pretemporada porque con esas panzas no van a llegar a nada. Bueno, quizá estoy exagerando, pero les tengo bronca y no me importa. No pasó mucho tiempo hasta que se escapó un delantero rival y les hizo sentir el dolor de la derrota marcándoles un hermoso gol que grité con todas mis fuerzas. Por lo menos parecía que iba a disfrutar mi visita a Nuñez, saboreando la derrota de estos indignos del balompié.
El partido continuó sin muchos sobresaltos hasta que llegó ese momento fatídico que me dolió como si me hubieran dado una puñalada acá, justo acá. Quizá unos centímetros más a la derecha... ¡Sí, ahí, justo ahí! La pelota la tenía el número 32, Castromán, a quien el imbécil de mi nieto comparó con Bumblebee, y lanzó un tirito de morondanga que parecía ser una masita que había estado sumergida en agua por varias horas, pero todos sus compañeros vieron la sonrisa ganadora del 32, la sonrisa de quien se sabe victorioso, y comenzaron a festejar. El defensor fue a despejar ese tirito con toda la autosuficiencia del mundo, pero se sorprendió cuando no logró impactar el balón, aún cuando éste avanzaba más lento que un caracol con depresión crónica, el ingenuo volvió a tratar y su confianza se convirtió en incredulidad al volver a fallar. Con nuevos intentos su incredulidad se convirtió en obstinación, enfado, malestar, flatulencias, odio, sentimiento de fracaso, lástima por sí mismo, 3 intentos de suicidio y llanto abundante, pero el balón continuó hacia el arquero, quien trató de tomarlo con sus manos, pero falló miserablemente. Los que vieron la jugada (soy ciego de nacimiento) comentan que la pelota le bailó en ambas manos, le pegó en la cabeza, le hizo piquete de ojos, luego le pellizcó una nalga y se metió en el arco marcando el empate.
Los rivales no lo sabían, pero esa era la milenaria técnica de la "Bola lenta" aprendida por Castromán de su anciano sensei, el afamado Bugs Bunny San, sumado a cierto estilo oriental aportado por el Sr. Miyagi. Los que vieron esta escena, creyeron simplemente que al arquero se le escapó el balón. ¡Giles!
Así terminó el primer tiempo y en el segundo vimos a un jocoso Gusti entregándole el balón en más de una oportunidad al rival desmarcado, solo para sentir la adrenalina del desafío al evitar el gol.
Pero no lo evitó mucho, porque La Máquina volvió a sufrir la potencia rival y quedó abajo 2 a 1. Ahí se me cayó un lagrimón de la emoción.
Hubiera sido lindo que terminara así, justo castigo para quienes me tratan tan injustamente, pero estos muchachos deben tener un Dios aparte que les entregó un gol en los pies de... ehh... bueno, había mucha gente y... yo... creo que... puede haber sido... ¡Sí, me lo perdí, no tengo idea quién hizo el segundo! ¿Y qué? Me distraje olfateando un perfume que me hizo recordar mi juventud en Calamuchita, las tardes en la fiambrería de Don Pascual y la granadina que tanto me gustaba.
Fue un 2 a 2 nomás, ni chicha ni limonada, ni una gloriosa victoria ni una derrota con la frente bien alta para ilusionarse para el campeonato, un simple empate.
Por lo menos aquel perfume me hizo remontar a felices viejas épocas. ¡Ah, la granadina de Don Pascual, las esquinas de Calamuchita!
A ver si la próxima hacen que valga la pena, manga de abusadores.
Apenas se juntaron y estaban listos para jugar comenzó a llover, claro castigo de Diosito a estos traficantes de la buena fe de las personas humildes como yo; para colmo de males faltaban tres jugadores y Gusti aseguraba que él no iba a jugar. ¡Encima que me hicieron ir casi no juegan! A último momento llegaron dos y se convenció a Gusti de que se calzara la del arquero y, por lo menos, figurara.
Comenzó el partido y quedó claro que estos muchachos necesitan mucha pretemporada porque con esas panzas no van a llegar a nada. Bueno, quizá estoy exagerando, pero les tengo bronca y no me importa. No pasó mucho tiempo hasta que se escapó un delantero rival y les hizo sentir el dolor de la derrota marcándoles un hermoso gol que grité con todas mis fuerzas. Por lo menos parecía que iba a disfrutar mi visita a Nuñez, saboreando la derrota de estos indignos del balompié.
El partido continuó sin muchos sobresaltos hasta que llegó ese momento fatídico que me dolió como si me hubieran dado una puñalada acá, justo acá. Quizá unos centímetros más a la derecha... ¡Sí, ahí, justo ahí! La pelota la tenía el número 32, Castromán, a quien el imbécil de mi nieto comparó con Bumblebee, y lanzó un tirito de morondanga que parecía ser una masita que había estado sumergida en agua por varias horas, pero todos sus compañeros vieron la sonrisa ganadora del 32, la sonrisa de quien se sabe victorioso, y comenzaron a festejar. El defensor fue a despejar ese tirito con toda la autosuficiencia del mundo, pero se sorprendió cuando no logró impactar el balón, aún cuando éste avanzaba más lento que un caracol con depresión crónica, el ingenuo volvió a tratar y su confianza se convirtió en incredulidad al volver a fallar. Con nuevos intentos su incredulidad se convirtió en obstinación, enfado, malestar, flatulencias, odio, sentimiento de fracaso, lástima por sí mismo, 3 intentos de suicidio y llanto abundante, pero el balón continuó hacia el arquero, quien trató de tomarlo con sus manos, pero falló miserablemente. Los que vieron la jugada (soy ciego de nacimiento) comentan que la pelota le bailó en ambas manos, le pegó en la cabeza, le hizo piquete de ojos, luego le pellizcó una nalga y se metió en el arco marcando el empate.
Los rivales no lo sabían, pero esa era la milenaria técnica de la "Bola lenta" aprendida por Castromán de su anciano sensei, el afamado Bugs Bunny San, sumado a cierto estilo oriental aportado por el Sr. Miyagi. Los que vieron esta escena, creyeron simplemente que al arquero se le escapó el balón. ¡Giles!
Así terminó el primer tiempo y en el segundo vimos a un jocoso Gusti entregándole el balón en más de una oportunidad al rival desmarcado, solo para sentir la adrenalina del desafío al evitar el gol.
Pero no lo evitó mucho, porque La Máquina volvió a sufrir la potencia rival y quedó abajo 2 a 1. Ahí se me cayó un lagrimón de la emoción.
Hubiera sido lindo que terminara así, justo castigo para quienes me tratan tan injustamente, pero estos muchachos deben tener un Dios aparte que les entregó un gol en los pies de... ehh... bueno, había mucha gente y... yo... creo que... puede haber sido... ¡Sí, me lo perdí, no tengo idea quién hizo el segundo! ¿Y qué? Me distraje olfateando un perfume que me hizo recordar mi juventud en Calamuchita, las tardes en la fiambrería de Don Pascual y la granadina que tanto me gustaba.
Fue un 2 a 2 nomás, ni chicha ni limonada, ni una gloriosa victoria ni una derrota con la frente bien alta para ilusionarse para el campeonato, un simple empate.
Por lo menos aquel perfume me hizo remontar a felices viejas épocas. ¡Ah, la granadina de Don Pascual, las esquinas de Calamuchita!
A ver si la próxima hacen que valga la pena, manga de abusadores.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Ah, me olvidaba, al finalizar el partido se acercó una joven a parlamentar con Gusti, diciéndole que si le interesaba hacer unos jueguitos con la pelota ella lo filmaba para una publicidad de TV y le pagaba $ 300 la hora. Un viejo conocedor de las mujeres, como lo soy yo, comprendió al instante que la fémina, muy disimuladamente, le estaba proponiendo sexo pago. Sorpresivamente, Gusti se negó. Por supuesto que nadie está afirmando que Gusti "Megatrón" arrugó... ¡JAMÁS DE TODOS LOS JAMASES, NEVER IN THE LIFE! Pero yo, a su edad, le hacía 500 jueguito con cada pie, 200 con la cabeza, 64 con los hombros (nunca dominé esa técnica), salía mi imagen en todos los programas de TV y, no sé como, los de radio también y para colmo le daba una viaba que ni te cuento a la mocita esa, tanto que la iban a tener que internar con toda la pelvis fracturada.
Pero bueh, machos éramos los de antes.
aaaaaaaaa
Se solicita, a quien pueda aportar, información acerca del autor del segundo gol de La Máquina que el paparulo del cronista no vio/no recuerda. Desde ya, muchas gracias.
2 comentarios:
Según Matias el metió los dos goles, pero a mí tampoco me consta que haya sido así. Menos despues del gol que se morfó tras mi excelente habilitación. Un Payaso
Qué extraño, no recuerdo haber visto a Gino Reni dentro del campo de juego, me perdí la oportunidad de pedirle un autógrafo.
¿O será alguno de La Máquina con problemas de personalidad? Realmente no entiendo por qué una persona debería escribir algo haciéndose pasar por otro. ¡Qué vergüenza!
Je je je je.
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